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domingo, 7 de noviembre de 2010

Para que no se me olvide

Será que estoy medio tonta, pero me he tirado mis buenos diez minutos riéndome al leer esto en el Facebook...
"No pude pasar 23 años pensando que Sopa de Caracol decía watanericonsu y no what a very good soup!"

sábado, 9 de octubre de 2010

Análisis rapido de frases célebres II

Últimamente muy escuchada por mí gracias a una famosa gran superficie de venta de muebles y demás menaje del hogar. (del anuncio del Ikea, vamos)
"No es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita".
Esto es una pamplina de las grandes. Serás más rico si necesitas menos, pero... Si tienes lo poco que necesitas. Porque si necesitas menos y no lo tienes... No eres más rico, porque no tienes nada.
¿Más rico de espíritu por ser más noble necesitar menos cosas para ser feliz? ¿Más rico al ser menos esclavo, aunque no tenga nada? Pse.
Hasta aquí mi análisis rápido de frases célebres, refranescas y carpeteras.

jueves, 26 de agosto de 2010

Síndrome de la mano levitosa

Es muy gracioso. Sales a cenar con un chico al que acabas de conocer o conoces poco (a nuestra edad ya les llamamos señores), o te vas a echar una foto con el colega que sea... Chan-chán.... Mano levitosa. Anoche se me dio una situación levitacional, pero el documento gráfico no obra en mi poder. En qué consiste? Es muy fácil: Al sujeto en cuestión le da vergüenza (o le das grimilla, que todo puede pasar) de cogerte de la cintura o del hombro (en el tema fotografía pasa mucho, claro, sólo a los aficionados... que los puristas de la fotografía no consienten tales poses) y entonces deja su mano depositada sobre tu hombro pero sólo a efecto testimonial, porque no te toca. El brazo queda como levitando en el aire en una postura que debe ser bastante incómoda, por cierto.
Tú, mientras, sonríes para tus adentros (es que es una técnica muy descarada) y piensas "espero que al menos sea por vergüenza y no por asquito". Que por muy pedorro que sea el nota, a nadie le gusta dar asco.

lunes, 16 de agosto de 2010

Reflexiones en la AP

Comentario manido y requetemanido en conversaciones telefónicas trascendentales con numerosas amigas, recordado en la AP Sevilla-Cádiz y reproducido a continuación.
Tema: capacidad de atención masculina o "me-importa-un-carajo-lo-que-me-digas,-que-ya-interpretaré-yo-lo-que-convenga-más-a-mis-intereses".
Empíricamente testado en nueve de cada diez hombres. A la que encuentre al décimo no sé si definirla como afortunada o recomendarle que busque otro, que con el que ha dado es un poco rarito...
(Esto es una dramatización, of course, pero el efecto viene a ser el mismo)

Querido Marcos:
Espero que no hayas cambiado de dirección y que te llegue mi carta. También que cuando la leas te encuentres bien y que ya haya nacido tu sobrino. Me hablaste tanto de lo emocionado que estabas con el embarazo de tu hermana... Deseo de todo corazón que todos estéis bien y que, tal y como te prometieron, seas su padrino de bautismo. Sé que te hacía especial ilusión.
¿Qué tal en el trabajo? ¿Ya te ascendieron? Seguro que sí, y si no, cambia de trabajo, no saben valorar en esa oficina todo lo que vales.
Mi vida... Anda regular. Volviendo del concesionario (por fin me decidí a comprarme el coche nuevo) me he parado a pensar muchas cosas y me he animado a escribirte, siempre me gustó contarte las cosas que se me pasaban por la cabeza.
Todo va de mal en peor, las cosas no mejoran y no logré recuperarme de la depresión en la que caí. He estado mirando en un par de páginas de Internet, a ver qué método era el más adecuado para suicidarme. No sé si tirarme por una ventana, cortarme las venas o lanzarme por un puente. ¿Tú qué crees? Es que lo de la sangre me parece un poco guarrete.
Tu opinión cuenta para mí, siempre me apoyaste en todas mis decisiones y me gustaría saber qué te parece. No me siento con fuerzas para superarlo y desaparecer sería la mejor solución, quitarme un peso de encima a mí y a los que me rodean.
No puedo más.
Cuídate y perdona por inoportunarte, pero es que estoy desesperada.
Un beso. Ana.

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Querida Ana:
Por aquí las cosas bastante bien, estoy contento y feliz, no cabe mayor gozo en mi ser porque mi equipo ha ganado la Liga.
¿Te compraste un coche? ¿De qué color? ¿Diesel o gasolina?
Me alegra que estés bien.
Cuídate. Marcos.

martes, 15 de junio de 2010

Te voy a contar un cuento...

¿Recordáis de vuestra infancia el cuento de Barbazul? Era un señor que prohibía a sus esposas entrar en una de las instancias de su enorme castillo porque allí tenía escondidos los cadáveres de sus anteriores mujeres. A la que osase traspasar el umbral y descubrir su secreto, se la cargaba sin más. Por curiosa, por entrar en una habitación que estaba prohibida a pesar de la advertencia pertinente, y yo también creo que para que no se chivase a la Guardia Real de semejante afición.
No sé qué movería al señor del castillo a tener ese comportamiento tan psicopático, horripilante y bestial, pero una de sus actitudes me ha hecho reflexionar o más bien, una reflexión acerca del comportamiento humano me ha hecho reparar en esta historia.
A ver, ¿para qué quiere un señor matar a sus mujeres y tenerlas a todas guardaditas en una habitación?
Sé que la comparación es desproporcionada, porque de momento no he dado (gracias a Dios) con ningún asesinillo, pero existe un comportamiento en Internet al que he dado por llamar “Síndrome Barbazul”. Son estos personajes (y personajas, pero esas no me agregan a mí) que tienen ese afán de tener niñas y más niñas (o niños y más niños) agregadas al Messenger o a redes sociales. Sólo por el hecho de acumulación de personal. Creo que he tenido un amigo de Tuenti (desde los albores de mi cuenta) durante dos años ahí agregadito (le cogí hasta cariño) sin ni siquiera decirnos hola. Que una vez le felicité al hombre la Navidad porque era ya como de la familia. Ya lo he eliminado, ¿para qué lo quiero ahí?. Salvando las distancias con respecto al cuento, no tengo necesidad de ser una víctima del síndrome Barbazul; un ser ahí, abocado a permanecer en una lista sin oficio ni beneficio, sin sentido, sólo porque a alguien le dé por sentir que tiene un millón de amigos por acumulación humana.

domingo, 6 de junio de 2010

SUEÑO DE UNA NOCHE DE … PRIMAVERA


Las estrellas van ensartando punto a punto el cielo negro con una estela de minúscula luz a millones de años luz de distancia. No sé si nos miran o nos vigilan. Prefiero ver la parte poética del cosmos, esa que veía cuando era pequeña y me quedaba embobada mirando hacia arriba, cuando estaba aburrida en verano, en un bar con mis padres; pensaba que eran pequeñas luces puestas en una gran carpa que era el cielo, a veces pintada de negro, a veces de celeste, a veces de gris. Qué bonita manera de simplificar el mundo la de la mente infantil. Días felices. Ojalá todos los niños pudieran disfrutar de esa ignorancia tan honesta y sincera.
Mientras, nosotros nos quedamos boquiabiertos. Tanta dicha es difícil de asumir y soportar sobre los hombros sin salir volando de felicidad. Si tú te vas volando yo te sujeto para que sigas con los pies en la Tierra. Tú ídem. Mientras, unas burbujas asoman por el borde de un vaso prestado. Ni copas caras, ni cristal de bohemia. Un vaso normal y corriente nos basta para bebernos una noche de risas, recuerdos y sueños como si fuera el mejor de los tragos.
Sin querer asoma el silencio. Todo queda en nuestra cabeza, en nuestro entretejer neuronal, donde se van almacenando los pensamientos. Me imagino a miles de enanitos que trabajan sin parar para dejar todo bien guardado en mi disco duro. Tengo tantas cosas que recordar que me esfuerzo en grabarlas una a una mentalmente, sin reglas mnemotécnicas ni métodos milagrosos, sólo es un impulso de deseo de no olvidar ni un instante contigo.
A veces las palabras sobran. Un roce de tu piel y un leve beso en los labios tibios son suficientes para transmitirme el mensaje. Ojalá el tiempo se detuviese. Todo parado. Hasta que volvamos a querer reanudarlo, con unas risas por ejemplo...

martes, 1 de junio de 2010

Moda y verano

Decidido, este verano me compro un bikini de pana.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Egoísmo a discreción

Si hay que calificar al ser humano con un adjetivo en concreto yo diría egoísmo. Nos mueve en muchos aspectos de nuestra vida, tantos que a veces ser egoísta forma parte de nuestra cultura. Lo entendemos como algo negativo a apuntar en la lista de cualidades y defectos con los que nos autodefinimos. Pero lo llevamos tan asumido que a veces lo disfrazamos con otros nombres de forma eufemística para así alcanzar cierta paz interior y de espíritu. Y yo me pregunto, ¿es tan malo ser egoísta? ¿o no será simplemente que hay momentos en nuestro devenir por el mundo en el que aparece nuestro Dr. Hyde más profundo? ¿no es más una cuestión de querer mantener lo que es nuestro para siempre? ¿un amor excesivo? Sólo espero que el egoísmo no sea capaz de vencer a la integridad de saber que a largo plazo, la felicidad de uno no es lo único que importa.

martes, 18 de mayo de 2010

Año de tránsito

  1. Año anodino en el que no pasa nada, presumiblemente porque se está gestando lo que vendrá después.
  2. Año puente en el que (ingenuamente o no) pensamos que el siguiente será mejor.
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En ocasiones, los años de tránsito se pueden tornar en lustros.

lunes, 17 de mayo de 2010

Reflexión en la carretera



¿Se puede ser un buen conductor hoy en día? ¿Puede que exista alguien que sea capaz de respetar todas y cada una de las normas de circulación sin sufrir un brote psicótico? Es más, tengo mis dudas acerca de cuál es el objetivo del código de circulación, si ayudarnos a conducir en condiciones de seguridad o situarnos en una especie de puzzle psicotécnico.

Éstas y otras muchas dudas me asaltan de vez en cuando. Sobre todo cuando me veo atrapada en un mar de luces rojas, ruidos de cláxon y caras estresadas. Sí, eso mismo, en un atasco. Son momentos en los que te da tiempo a todo. Reflexionar sobre el estresante día que va tocando a su fin, sobre lo frustrante que es llegar tarde a una cita, o la interminable lista de tareas que podrías haber hecho durante ese espacio tan preciado de tiempo...

“Y yo aquí atrapada, con las ganas que tengo de darme una buena ducha calentita... y no tengo nada de cena, ni ganas de cocinar ni de nada. Total, a la hora que voy a llegar, mejor me acuesto y hasta mañana ¿no?”

Y un mar de kamikazes humanos desfilan por el asfalto, con rigurosidad militar, en fila india, uno detrás de otro. Movimientos en un limitado espacio físico, una jaula de pintura blanca sobre el suelo. Como si fueran a poder adelantar algo por gesticular y asomar la cabeza por la ventanilla. Un cigarro que se enciende para matar el tiempo y su propia existencia; el teléfono móvil cobra protagonismo no sólo por la transgresión de lo prohibido sino por la facilidad con la que la conciencia humana se olvida de lo correcto.

Momentos de soledad no disfrutada. Tú y tus pensamientos sólo interrumpidos de vez en cuando por alguna pista de cuál es el motivo de tanto alboroto circulatorio. “Seguro que ha habido un accidente, no es normal este atasco”. Un signo se asoma para arrojar algo de significado al caos. Te haces a la idea de que te queda todavía un buen rato en esta situación. Te resignas. Te enfadas. Te vuelves a ensimismar en tu propia autocomplacencia.

De repente todo ha acabado. Vuelves a tomar velocidad, todavía incrédula de que esto esté ocurriendo tan pronto. Donde hasta hace unos instantes había un total colapso de chapa ahora hay espacio, distancia. Como ver la luz al final del túnel.

“Pero, ¿dónde está el accidente? ¿no hay nada? ¿ni un simple coche volcado? ¿nada? No puede ser que tanto alboroto haya sido producto de nuestra propia estupidez... Bueno, lo mismo me da tiempo todavía...”

domingo, 16 de mayo de 2010

El niño, el alpiste y el gorrión

Hay una expresión carpetera que siempre la he odiado. No sé quién será el maravilloso genio al que se le ocurrió soltar semejante gilipollez (me informaré) y sé que tiene su sentido y su lógica si lo interpretas como esa mente clarividente pretendía que lo interpretásemos. Ahí va la joya (la literalidad no es lo mío, pero la frase no creo yo que tenga demasiado copyright):

“Si realmente amas algo (o a alguien) déjalo ir. Si regresa, será tuyo para siempre. Si no, es que nunca lo fue”. Bueno, viene a decir algo así.

¡Menuda gilipollez! Si realmente quieres algo… no seas tan imbécil de dejarlo ir!!!! Hola, dejo a mi novio para ponerlo a prueba, porque es que si vuelve es porque me quiere, me adora y soy su reina mora!!!! Qué ingenuidad. Si realmente quieres algo, lucha por mantenerlo a tu lado!!! Sea lo que sea. No pretendas que vuelva a chuparte el culo.

Tengo un cuento muy precioso que voy a escribir ahora mismo. Va por quienes se han permitido el lujo de “dejarme ir” jajajaja. Es lo que queda, ciclo reflexivo. O eso, o leyes.

Érase una vez, un niño muy rubito él, con el pelo cortado a cacerola y con flequillo. Y tez sonrosada también. No era mala persona, tenía hasta sentimientos humanos, pero era hijo único y lo habían acostumbrado a tener siempre lo que quisiera. “Eres un chico triunfador” Les decían sus orgullosos papás una y otra vez.

Un día estaba este chico en cuestión (Manolillo se llamaba) asomado al balcón de su casa con su chándal del Prepotentes F.C., tomando un zumo de naranja y escuchando los Cantacuentos. Y llegó a su balcón una preciosa gorrioncilla (con clase y estilo, de las que molan) que, graciosamente, se posó en su mano. Manolillo pensó: “Qué cosa más bonita, qué estilo, qué clase, qué forma de volar siguiendo los designios del viento y hasta canta como los ángeles. Esta gorriona mola, yo la quiero para mí”.

Pero, claro, ya hemos dicho que era un poco ombliguillo del mundo, y sus reflexiones siguieron hasta otros derroteros:

-“La quiero para mí, me entretiene su canto, me gusta el color de su plumaje, podría cerrar la mano y quedármela para siempre” “Pero… sólo tengo una jaula (caja de cartón o sucedáneo) si me la quedo y llega otra que me guste más y me entretenga otro rato con su canto… ¿qué voy a hacer?”.

El astuto chico, queriéndolo todo, decidió darle alpiste a su gorriona y que se quedara un poco más con él, pero que luego se fuera, esperando a que llegasen unas pocas más que le alegrasen la tarde con variados acordes. Pero se acordaba de ella, no lo podía evitar, era especial, así que la tenía contenta dándole pedigree-ave cada vez que necesitaba de su compañía y su reconfortante trino.

La gorrioncilla (que era un pobre animalito noble y no una pájara como las otras) se contentaba con el alpistillo y el rato de compañía que le prodigaba, cuando tenía a bien, ese chico tan rubio, tan simpático y tan monísimo. Pero le dolía que, cuando acababa el alimento, el pequeño Manolillo se olvidase de ella.

“Pobrecito, es que es mu chico” Se decía a sí misma. “Algún día crecerá y verá que las otras desafinan, que ninguna canta como lo hago yo, y que el color de sus plumas es muy hortero”.

Así fueron pasando semanas y semanas… Había días en que la pobre ave se encontraba el balcón cerrado y volvía a su nido con la cabeza gacha, otros se iluminaba la luz de sus ojillos al ver que Manolillo la esperaba…

Pero eran demasiados días, y tenía que volar durante mucho tiempo para llegar al balcón y todo por un puñado de alpiste.

Se cansó, se cansó de sacrificar su tiempo de vuelo, de sortear corrientes de aire, perdigonazos de los niños malos que se encontraba por el camino… “Seguro que más cerca encontraré a algún alma caritativa que me dé de comer, que no me cierre la ventana cuando vaya a visitarle, que valore mis notas musicales como algo especial, ya que lo son”.

Y empezó a ir cada vez menos a menudo, ya que el alpiste de Manolillo le sabía cada día más a caridad, a egoísmo, a costumbre de saber ser el único espectador de la más grande cantarina del parque. Algunos días no podía resistir la tentación y volvía a comer de la mano de aquel niño, al arrullo de bonitas melodías: “Soy una taza, una tetera…”

Pero eso ya no le llenaba, sabía cuál era su sitio, y que tarde o temprano, al niño le comprarían un perro, un gato o una serpiente y se olvidaría de ella.

“¿Realmente me merece la pena?” Se repetía una y otra vez.

Hasta que un día se aburrió, se aburrió del alpiste (que ya sabía a rancio), se aburrió de luchar contra corrientes a cambio de un rato de compañía y se aburrió de la amenaza que constituían nuevas mascotas… Y dejó de ir.

Manolillo, al ver que no iba, empezó a esperarla. Pero no llegaba. Empezó a echarla de menos, a recordar que realmente su plumaje era único, su trinar especial… Pero no llegaba. Y empezó a valorarla y a sentirse triste por su propio egoísmo.

“Quería tenerlo todo y no me daba cuenta de que ya lo tenía. La tuve comiendo en la palma de mi mano, sólo tenía que cerrarla y tenerla para siempre. ¿Por qué no lo hice?”.

FIN

sábado, 15 de mayo de 2010

I can't believe It, de los Believe It de toda la vida

Me debato entre la emociòn de haber llegado hasta aquì y la inquietud de tener la certeza de que no voy a saber volver.
Con este conglomerado de emociones (no podría ser menos tratándose de mí) doy por inaugurada oficalmente esta cosa.
Hoy sí necesito un ibuprofenillo de esos...